La llegada de Internet y la aparición de profesiones y profesionalidad en la red ha propiciado también la aparición de nuevos modelos contractuales; desde los contratos de hosting a los de creación y gestión de páginas web, pasando por los destinados a regular nuevas figuras como, por ejemplo, los social media managers.

Los esquemas utilizados para los contratos son los tradicionales puestos a disposición por el Código Civil, pero la peculiaridad de la materia y las implicaciones de ciertos aspectos que no son sólo los de la relación en su esencia, sino que van más allá y tocan los intereses de terceros: desde la licitud de los contenidos y las relaciones con el hosting y los proveedores, hasta la gestión de los datos personales de los usuarios.

Desgraciadamente, desde muchos ámbitos se presta poca atención al contenido de los contratos, partiendo de la circunstancia de que, en no pocos casos concretos, los intereses deducidos por las partes pueden ser jurídicamente contrapuestos; baste pensar que el cliente suele exigir una prestación de resultados (visibilidad de un sitio y aumento de contactos y facturación), mientras que el proveedor sólo puede ofrecer obligaciones de medios y desde luego no garantiza determinados resultados.